Seguramente la capital no sea el mayor atractivo turístico del país de los fiordos, pero visitar Oslo bien merece el viaje.
Más de mil años de historia contemplan al viajero desde la ciudad de Oslo. Desde 1624 y hasta 1925 se la conoció con el nombre de Kristiania, después de que un incendio arrasara la ciudad y fuera reconstruida por orden del rey Christian IV.
En la actualidad, Oslo no sólo ha recuperado su nombre original, sino que ha renovado su zona portuaria, ha erigido edificios que se sitúan en la vanguardia de la arquitectura moderna (Barcode) y es una de las ciudades europeas que más ha crecido, y lo sigue haciendo, en los últimos años.
Oslo es una ciudad abarcable, ideal para disfrutar con calma, aunque, si no se cuenta con suficiente tiempo, se puede exprimir en un par de días.
Un recorrido a pie por el centro, un paseo en ferry por el fiordo y una visita rápida a la Galería Nacional, podrían servir para hacerse una idea del carácter de la capital Noruega. Pero alargando un poco más la estancia puedes subir al Holmenkollen (torre de saltos de esquí), visitar los museos de la península Bygdøy, pasear por la Fortaleza de Akershus y profundizar en la obra de Edvard Munch en el Museo Munch, no sin dejar de visitar el Centro del Premio Nobel de la Paz, el espectacular edificio de la Ópera, el parque de esculturas Vigeland y el Ayuntamiento, que alberga la sala en la que se celebra la ceremonia de entrega del Nobel de la Paz.
Comprar el Oslo Pass
Uno de los inconvenientes que encontré en mi primera visita a Noruega es el elevado nivel de vida. Todo es caro, desde un café con leche (entre 3 y 4 euros) hasta la entrada a cualquier museo (una media de 2o euros), pasando por el transporte público (aproximadamente 3 euros por trayecto dentro de la ciudad).
Para sacar el máximo partido de una estancia turística en Oslo sin hipotecarse, el Oslo Pass es una excelente elección. Se trata de un pase gratuito de 24, 48 o 72 horas a 30 museos y atracciones turísticas de Oslo. También incluye descuentos en algunos restaurantes y acceso gratuito a la red de transportes urbanos (también el ferry a las islas del fiordo).
Muchas otras ciudades turísticas del mundo también cuentan con pases similares pero, en mi opinión, no siempre merecen la pena. No es el caso del Oslo Pass, que en una ciudad con los precios por las nubes, ofrece una alternativa realmente interesante para turistas.
Hacer una ruta por los museos
En la península de Bygdøy se concentran varios de los museos más interesantes de Oslo: Museo de los barcos Vikingos, Museo Folklórico, Museo Fram y el Museo Kon Tiki. Para llegar, lo mejor es tomar el pequeño ferry que sale desde el puerto y cuyo billete va incluído en el Oslo Pass.
En el centro de la ciudad, la Galería Nacional es una de las paradas obligatorias, especialmente la sala que expone la obra más conocida del pintor noruego Edvard Munch. Pero si El Grito te sabe a poco y hay ganas de más, el museo dedicado específicamente al pintor, al noroeste de Oslo, es una excelente oportunidad para indagar más en el estilo de este pintor expresionista.
Navegar por el fiordo de Oslo
La ciudad ofrece diferentes posibilidades para conocer el fiordo desde el agua. Con el Oslo Pass se puede subir en todos los ferrys que navegan entre Rådhusbrygge 4 y las islas de Hovedøya, Lindøya, Nakholmen, Bleikøya, Gressholmen y Langøyene. Incluso se puede llegar hasta las poblaciones costeras dentro de las zonas 1 y 2 del plano de transportes.
En la temporada de verano también recorre el fiordo un antiguo velero que inicia la ruta en la zona del ayuntamiento y pasa por la fortaleza de Akershus haciendo una parada en la Ópera y museos de Bygdøy.
Nosotros nos acercamos en el ferry hasta Drobak, un pueblecito del que destacan sus casas de madera construídas frente a la costa y donde puedes encontrar algunos restaurantes y tiendas, pero poco más. No hay mucho que hacer en este pintoresco pueblo, aparte de pasear, contemplar una puesta de sol o relajarse lejos de la ciudad, que no es poco.
Subir a la torre de los saltos de esquí
La guinda del pastel es Holmenkollen, una zona montañosa próxima a Oslo donde se practican deportes de esquí y cuyo principal atractivo es la plataforma de salto de esquí. Un ascensor lleva a los turistas hasta lo alto de la torre, desde la que se contemplan, con un poco de suerte y un día soleado, las mejores vistas de Oslo.
La infraestructura es sí misma es espectacular e imaginar a los esquiadores saltando desde la inclinada plataforma, cuanto menos, asusta.
Os dejo una imagen en 360º desde lo alto del trampolín de Holmenkollen. (Moved la imagen para ver la vista completa)
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